La
esperanza de la humanidad y la desesperación del sacrificio. Flores rojas florecen dentro de sus dos ojos
perforados.
Los
sueños que tenía a la hora de la siesta eran siempre cálidos y brillantes:
Corriendo por el césped, sosteniendo un gatito en su regazo… La espalda de su padre, las golosinas
horneadas de su madre, la hilera de jardineras en el invernadero... Los sueños
que tenía por la noche eran diferentes.
Qué
extraño, pensaba Halua cada vez que se despertaba en el resplandor de media
tarde. Todo lo que ya no recordaba
despierta, lo veía en sus sueños. Verles
con tanta claridad, a pesar de que ya se hayan ido...
Su
madre y su padre murieron en un accidente. El gatito podría estar vivo todavía,
pero habría dejado de ser un "gatito" hace mucho tiempo. Habían
pasado dos años desde entonces, estaba segura de que ya estaría viviendo con otra
familia en la casa del invernadero.
Todo
lo que le quedaba era Emil, con el que había estado jugando al tú la llevas en
el césped. Su pequeño hermano gemelo era el único que siempre había estado con
ella desde que nació, durante los últimos diez años.
"¿Estás despierta, Halua?"
"Maestra..."
Los
recuerdos cálidos y brillantes se desvanecieron sin dejar rastro. Ya ni siquiera podía recordar lo que había
estado soñando.
“Estás
cubierta de sudor. Quizá sería buena idea cambiar pronto a la ropa de verano.”
La
maestra sacó un pañuelo de su bolsillo y lo usó para limpiar el sudor de la
frente y cuello de Halua. Luego despertó a Emil, que dormía a su lado.
"Despierta tú también, Emil. Es la hora
de la merienda."
"¿Qué hay hoy, Maestra?"
¿Otra
vez? pensó, ante la respuesta de galletas y cacao. Galletas, galletas de arroz
y bizcocho: estos eran los únicos tres dulces que les daban. Después de todo, estaban en una "instalación"
y ya no tenía una madre que le preparase cosas diferentes cada día. Halua sabía que estaba mal incluso
preguntarlo.
Los
niños disfrutan de los aperitivos, cualquier cosa que se les dé, siempre y
cuando se le llame "dulces", les hará felices, pensaban los
adultos. No le quedó más remedio a ella
que fingir que también.
Emil,
a diferencia de Halua, era un "niño infantil". Hoy, como de
costumbre, colocó felizmente sus galletas por orden alfabético en el plato y
luchó por decidir cuál comerse primero, hasta finalmente llevarse una a la
boca.
Las
galletas no eran particularmente sabrosas, pero mientras miraba a Emil comer,
se preguntó si tal vez sabían tan bien como las que solía hacer su madre. De alguna manera frustrada, Halua intentó
decir algo que sonara como una hermana.
"No juegues con tu comida."
"Pero..."
"También te has equivocado en la
ortografía. Te falta una 'e' aquí."
En
las instalaciones, a Halua y Emil no se les enseñó en su idioma nativo. El idioma del lugar era el japonés. La última vez que se les enseñó a Halua y
Emil en su lengua materna fue hace más de dos años, era natural que Emil se
olvidara de cómo se escribían las cosas.
"Mira, así es como se escribe"
Halua
tomó una galleta con forma de 'e' de su plato y la llevó hasta el de Emil. Emil
sonrió ampliamente.
"Eres una gran hermana mayor,
Halua."
La
maestra, sosteniendo una taza de café, sonrió.
A la hora de la merienda, siempre se sentaba en la misma mesa que Halua
y Emil, bebiendo café y hablando con ellos.
Cuando ella estaba en las instalaciones también comían juntos. A veces les leía libros en la cama por la
noche, y por la mañana siempre venía y los despertaba. Ella era como una madre para ellos.
"Soy hija única, así que vosotros dos me
dais envidia."
¿De
verdad pensaría eso? No habían salido de
las instalaciones ni una sola vez, pasando cada día aburridos allí. Y así
durante dos años. ¿Celosa de qué?
Nada
en las instalaciones era normal. Halua,
que amaba los libros, sabía qué tipo de lugar eran los orfanatos que acogían a
niños sin padres: Muchos niños en un edificio parecido a una escuela, varias
camas en una habitación, decenas de niños comiendo juntos en un gran comedor...
Cuando
la trajeron, ella estaba originalmente en una habitación con otras seis
personas. Había muchos niños que
parecían tener la misma edad que ella, también comían en un gran comedor. Quizá
podría llamarse un orfanato normal. Pero, uno por uno, los niños con los que
compartía habitación desaparecieron, y a su vez había un flujo constante de
nuevos niños, lo que no parecía muy normal.
Finalmente,
dado que Halua y Emil hablaban un idioma diferente al de los otros niños, los
trasladaron a otro lugar y les dieron su propia habitación.
Pensando
en ello, también eso parecía extraño. No
era como si Halua y Emil no hablaran japonés en absoluto. De hecho, desde que se mudaron aquí, habían
recibido las lecciones de todos los días en japonés.
Las
propias lecciones eran sospechosas, no eran del tipo que tendrías en una
escuela. Todo lo que hacían era
responder preguntas frente a una máquina. Eran más una prueba que una lección. A
veces, las "lecciones" eran más como jugar en lugar de pruebas.
Definitivamente,
había algo extraño en el lugar. Rara vez vieron algún otro niño además de ellos. Las únicas otras personas en el edificio eran
adultos con atuendos blancos como el de la maestra.
"¿Qué
ocurre?"
La
maestra miró a Halua, que de repente se había puesto en pie con los ojos
preocupados. Corrió detrás de la maestra,
enterrando su rostro en su espalda.
"Madre..."
Sintió
una leve risa. La maestra dio la vuelta y abrazó a Halua.
"Eres
una malcriada, Halua."
La
mano que acariciaba su cabello era suave, un poco como la de su verdadera
madre.
"¡Eso
no es justo! ¡Yo también quiero!"
Escuchó
a Emil ponerse de pie y una voz que decía "está bien, está bien" con
una risa.
Maestra… Estas de nuestro lado ¿No? ¿Eres diferente a
los demás adultos?
Su
bata blanca cuidadosamente planchada olía levemente a productos químicos. Mi
madre nunca olió así, pensó Halua. ¿Era
por este olor que no podía confiar plenamente en ella? ¿O tal vez era porque la
Maestra realmente pensaba igual que todos los demás adultos?
"¿Me amas?"
"Sí. Te amo, Halua. Y a ti también,
Emil."
Entonces
ponte de nuestro lado. No nos traiciones...
Protégeme. Halua repitió esto una y otra
vez en su cabeza mientras presionaba su mejilla con fuerza contra el pecho del atuendo
blanco.
Después
de la medición de temperatura nocturna y de que les hubieran leído solo un
capítulo de un libro, llegó el momento de dormir. Otro largo y aburrido día había llegado a su
fin.
A
pesar de que cada día era así, Emil siempre estaba sonriendo. Contó las nubes
que pasaban por la ventana, golpeó al azar las teclas del piano en la esquina
de la habitación y dibujó la misma imagen una y otra vez en el papel de dibujo.
Emil
no tenía la menor duda de que este orfanato era normal y que nada extraño
estaba pasando.
Para
Halua, esto era al mismo tiempo un alivio y una fuente de preocupación. Quería
que Emil sonriese, pero no podía evitar preocuparse por lo indefenso que
estaba, por lo que Halua pensó que tenía que ser lo suficientemente cautelosa por
los dos y estar atenta a todo.
Qué
"lecciones" habían tenido ese día, qué habían comido y bebido, qué
tipo de adultos conocieron, de qué hablaron. Quería escribir estas cosas para
no olvidarlas, pero no podía.
Probablemente estaban bajo vigilancia.
Cuando
llegaron a este lugar, ella había fingido intencionalmente que le dolía el ojo
izquierdo. Cuando estaba sola en su
habitación, fruncía el ceño y se lo apretaba. Mantuvo esto en secreto tanto
para Emil como para la maestra, por supuesto.
Al
día siguiente, su ojo fue examinado de cerca, a pesar de que solo hacía lo que
hacía cuando estaba sola.
"¿Estás
despierto, Emil?"
"¿Huuuh?"
respondió una voz somnolienta. Halua se
acercó y tocó la mano de Emil.
Cuando
los trasladaron a este edificio, en realidad se suponía que debían estar en
habitaciones separadas. Ella había
insistido en que no podrían dormir si no estaban juntos. Después de pasar toda una noche llorando,
finalmente se les permitió compartir habitación.
Ten
cuidado. No confíes en los adultos.
No
podía decirlo en voz alta. Estaba segura
de que alguien estaba escuchando. Pero ella lo deseó con fuerza mientras le
agarraba la mano. Deseaba profundamente tener la capacidad de transmitirle sus
pensamientos a su hermano.
Ese
día, tuvo un mal presentimiento que comenzó por la mañana. Algo se sentía muy extraño.
Cuando
la maestra les dijo que en lugar de la lección de habitual se someterían a un
examen físico, el sentimiento se convirtió en convicción. Nada bueno venía
después de un examen.
Pensando
en ello, cuando había estado en el primer edificio, varios niños desaparecieron
después de hacerse un "chequeo médico". Quizá se llevaban a cabo para
determinar el momento óptimo para llevar a los niños a algún otro lugar. Puede que les trasladasen a otro edificio y
les separasen de la maestra.
"¿Qué pasa, Halua? ¿Estás enferma?"
Estaba
de pie frente a la maestra, quien la miró con ojos preocupados. La mano que tocó su frente para comprobar si
tenía fiebre fue tan reconfortante que casi podría haber llorado.
"Maestra,
yo..."
No
quiero trasladarme de nuevo. No quiero que me hagan nada.
Pero
ella no pudo decirlo. Había una parte de
ella que no podía confiar en la maestra.
Podía llamarla "Madre" y dejarse mimar por ella, pero en el
fondo no podía confiar en ella.
Halua
se regocijó de cómo Emil no estaba molesto por el examen. Que le extrajeran sangre
estaba bien, dolía un poco, pero sabía lo que le estaban haciendo.
Cuando
le pegaron cosas frías y parecidas a una ventosa a lo largo del cuerpo conectándola
a máquinas desconocidas, le resulto difícil de soportar.
Como
cuando la metieron dentro de una caja hecha de máquinas, que quería arrancarse
las cuerdas de las ventosas y huir. Pero cuando pensaba que no podría aguantar
más, el examen terminó y uno de los adultos le dijo que podía regresar a su
habitación.
Pero
hoy fue diferente. Después de quitarle
las ventosas y los cordones atados a su cuerpo, le dijeron que fuera a la
habitación de al lado para cambiarse a su ropa de examen. Además de eso, Emil, que debería estar en la
misma habitación, no estaba.
Ansiosa,
empezó a sollozar y una mujer de blanco abrió la puerta con intención de trasladarla. Era una mujer de aspecto desagradable que se
parecía y a la vez no se parecía a la maestra.
La
habitación contigua era grande y estaba vacía. Tenía dibujados extraños
patrones en las paredes y el suelo, con una gran silla solitaria en el centro. Alrededor
de la silla había una multitud de adultos con batas blancas. Uno de ellos le
dijo que se sentase. Antes de que pudiera responder, otro adulto hizo que Halua
se sentara. La silla era de metal y estaba fría.
"No te pongas nerviosa. Descubrimos
durante el examen que tienes una enfermedad grave."
La
voz era suave, pero no sabía cuál de los adultos le estaba hablando. En algún
momento, le vendaron los ojos. Intentó arrancarse la venda, pero tenía las
manos y los pies atados.
"Si no te sometes a una cirugía de
inmediato, tu vida estará en peligro".
Mentira,
pensó. No me pasa nada. No me duele nada
y no tengo fiebre. Mi estómago está bien y no tengo tos.
"¡Emil!
¿¡Dónde estás !?"
"No podemos permitir que la infección se
propague, así que Emil ha vuelto a su habitación. No hay de qué
preocuparse".
Eso
no es lo que me preocupa, pensó. ¡Tengo que sacar a Emil de aquí, rápido!
Llamó
frenéticamente a Emil, pero rápidamente cayó en la desesperación. Tenía la boca tapada y, por mucho que
gritara, nadie la oiría...
Olía
a antiséptico. Hubo una rara sensación
de frío, y luego sintió un pinchazo de dolor en el brazo. Le habían inyectado
algo. Cuando cesó su grito de sorpresa, escuchó un fragmento de la conversación
de los adultos.
"Este
debe ser el sexto ya. No podemos desechar más especímenes..."
"No.
Tendremos éxito con este."
"Si
al menos mantuviese un poco de conciencia de sí misma, con eso bastaría..."
¿De
qué estaban hablando? ¿Qué querían decir con "el sexto"? ¿Qué
significa eso de "algo de conciencia"?
"Incluso
si fallamos, ella tiene un hermano, ¿verdad? Un pariente directo podría ser
apto."
Podía
sentir la sangre convirtiéndose en hielo por sus venas. La iban a matar y a Emil también. Ayuda, maestra.
¡Salva a Emil!
El
grito no se materializó y todo lo que vino después fue la oscuridad.
Halua
escuchó una voz llamándola por su nombre.
No era ni su madre ni su padre. Tampoco era la maestra.
¿Quién
podría ser? Sólo Emil le llamaba "hermana". Correcto. Por tanto, uno
de los adultos la estaba llamando.
Estaba harta de las lecciones.
Sin embargo, tal vez no fuese tan malo como un examen físico. Espera... ¿no acababa de tener uno de esos?
Sí,
luego cuando volvió a su habitación después... No, ¿no había vuelto? ¡No había
podido hacerlo!
En
un segundo, sus recuerdos se rebobinaron.
Halua se levantó vertiginosamente.
Miró a su alrededor. Era esa
habitación. La que tenía el patrón extraño en las paredes... Pero algo era diferente.
"Halua. ¿Me entiendes?"
Se volvió en la dirección de donde había
venido la voz. Nadie estaba ahí.
"Aquí."
La
voz vino de una dirección diferente esta vez.
Se volvió de nuevo, pero tampoco había nadie. Parecía que solo podía
escuchar sus voces. Fue entonces cuando se
dio cuenta de por qué había sentido que algo era diferente.
"¡Maravilloso!
Fue un éxito".
Haciendo
caso omiso de las voces, Halua se miró los pies. El suelo estaba muy lejos. Por supuesto, todo este tiempo, había estado
tan alto que le había molestado inmensamente.
Era como si le hubieran puesto algo alto, pero tenía una sensación
extraña al saber que ese no era el caso.
Sus
piernas parecían los huesos de un esqueleto que había visto en una enciclopedia
ilustrada, al igual que los brazos, cuyo color recordaba al de un árbol
podrido. Había algo envolviendo su torso y apenas podía vérselo.
¿Qué...
qué es esto?
Trató
de quitarse lo que la envolvía, pero estaba demasiado apretado.
El
brazo... ¿se ha movido?
Lentamente,
intentó levantar la mano. Descubrió que
podía moverla a voluntad. Extendió la
mano y movió los dedos. El pulgar, el
índice, el dedo intermedio...
¿Podría...
podría ser?
La
extraña voz continuó diciendo cosas como "Arma Experimental #6" y
"La esperanza de la humanidad", pero no le importó.
Intentó
levantarse, pero no podía moverse. Fue
entonces cuando comprendió que lo que la envolvía era su propio cuerpo.
¡No! ¡No!
¡Este no es mi cuerpo!
Halua
luchó. Quería huir; salir de aquí. Quería salirse de este cuerpo. Agitó las
piernas con impotencia.
La
voz incorpórea le habló en un tono tranquilizador.
¡Cállate! ¡Cállate!
¡Cállate!
Golpeó
la pared con todas sus fuerzas. Escuchó
una voz asustada que decía basta, pero no tenía intención de obedecer. Volvió a golpear la pared. Sintiendo una fuerte reacción en sus brazos,
junto con un dolor sordo, finalmente lo entendió.
Este
es mi cuerpo. Estos monstruosos brazos y
piernas me pertenecen.
Tímidamente,
se llevó la mano a la cara. Ciertamente
no se sentía como la de un humano. De
hecho, ni siquiera sabía si era una cara.
Todo lo que sabía era que ya no era humana.
Nunca
podré volver a ver a Emil. Si me ve así, se asustará y se escapará, sin duda
alguna. Emil es un gato muy asustadizo.
Pensando
en Emil, recordó algo más: las palabras; "Incluso si fallamos, ella tiene
un hermano, ¿verdad? Un pariente directo debería ser apto".
Los
adultos con batas blancas también habían dicho: "Este es el
sexto". La voz anterior había dicho
"Arma experimental # 6". Eso
significaba que otros cinco niños habían sido convertidos en algo así.
Tal
vez los niños del edificio en el que la habían metido la primera vez habían
desaparecido gradualmente porque fueron utilizados como sujetos para este tipo
de experimentación humana. De ellos,
solo se eligió a los niños con "aptitud" para convertirse en armas
experimentales y se les trasladó a otro edificio.
Parecía
como si Halua fuera el primer "éxito". Eso significaba que habían logrado establecer
un procedimiento para crearlos. Y su
hermano gemelo, Emil, tenía la misma aptitud que ella...
Pensó
en el rostro de Emil. Su sonrisa pura e
inocente. Ella tenía que salvarle. Este pensamiento se convirtió en una fuerza
brutal.
Halua
se quitó las ataduras y se puso de pie.
Pateó la puerta de la habitación.
Lo primero que tenía que hacer era salir de allí, pero con su nuevo cuerpo
jamás entraría por una puerta hecha para humanos. Derribó tanto la puerta como la pared.
Comenzó
a sonar una alarma. Tablas de metal con
forma de contraventana cubrían las paredes.
Halua trató apresuradamente de detenerlas con la mano, pero algo como
una fuerza invisible la apartó.
Pensando
en ello, ella era un "arma". Era
un monstruo con un poder tan peligroso que con solo golpear la pared había
hecho que se cubriese de grietas; con
sólo dar una patada había destruido una puerta sólida. Nadie sería tan estúpido como para dejar que
algo así se volviera loco. A las bestias
salvajes se les encadena y enjaula.
Es
probable que estas placas de metal formen parte de algún tipo de sistema
especial. Algo que ni siquiera un
"arma experimental" puede destruir.
De
repente, la habitación se sumió en la oscuridad. Las luces se habían apagado. La alarma cesó y todo quedó en silencio. La habían encerrado. Habían detenido la
alarma porque habían pensado que Halua no iba a conseguir salir.
Intentó
tocar la pared de nuevo. Parecía que se
habían encendido fuegos artificiales azules en la oscuridad. El cuerpo de Halua tomó toda la fuerza del
poder que la empujaba hacia atrás.
No
me rendiré. Voy a proteger a Emil. ¡No puedo ceder!
Sus
brazos, piernas y todo su cuerpo crujieron, un intenso dolor la atravesó. Su visión se puso blanca. Algo se hinchó y
explotó.
De
repente, su cuerpo se volvió ligero. La
fuerza repelente desapareció y sus miembros quedaron libres. La iluminación
había vuelto a la normalidad.
Una
campana de alarma estridente sonó, sacándola de su ensimismamiento. La pared se estaba derrumbando.
Salió,
pero nadie intentó bloquear su camino.
Probablemente no esperaban que Halua se escapase de la habitación.
Tal
vez ni siquiera se habían imaginado que se liberaría de sus ataduras. Recordó la voz asustada que le ordenaba que
se detuviera.
Se
habían colocado contraventanas donde comenzaba el pasillo pero comparadas con
la pared eran como papel. Halua las
atravesó con facilidad y siguió adelante.
Tengo
que destruirlo, tengo que destruir todo lo que hay en esta instalación. No dejaré que conviertan a Emil en un
monstruo. Tengo que deshacerme de todo lo relacionado con las armas
experimentales.
Una
fuerza brutal brotó dentro de ella. Al
soltarla, se convirtió en una cuchilla que cortó a su alrededor. Mirando a la pared que bloqueaba su camino,
vio cómo la había incinerado en una masa de llamas. Con solo desearlo, podía destruir cosas de
todo tipo de formas.
Ahora
que ya no podía ser llamada "humana", razonó, había obtenido poderes
inhumanos. ¿Estaban los adultos tratando
de usar este poder para luchar contra algo? ¿Habían pensado que podrían usar
niños obedientes por conveniencia?
Los
adultos con batas blancas huyeron presas del pánico entre los escombros y nubes
de polvo. No podía dejar escapar ni a uno
solo. Halua agarró a los más cercanos a
ella y los estrujó. Como frutas maduras,
fueron aplastados en su mano, sin que quedase apenas un rastro de lo que una
vez fueron.
¿Dónde está Emil? ¿Qué pasa con la maestra? Quizá se llevó a Emil y huyó.
No,
la maestra no habría hecho eso. Ella
sabía lo que estaba pasando aquí; sabía que los hermanos estaban siendo criados
para que pudieran convertirse en monstruos. Después de todo, ella también era
una de ellos. No había sido más que su
amable guardiana.
En
algún momento, apareció ante ella. Con
la misma bata blanca de siempre, se quedó allí, mirando a Halua.
Quería
confiar en ella. Me alegré mucho cuando
me dijo que me amaba. Me encantaba
escuchar su voz cuando me leía.
Los
labios de la maestra se movieron.
Parecía estar llamando a Halua y diciendo que lo sentía.
¡No puedo perdonarte!
Estaba
tan enfadada que casi perdió el control de sí misma. Su corazón dio un tirón, como si fuera a
estallar. Y algo se desvaneció en su
interior...
Con
todas sus fuerzas, derribó lo que tenía delante. Una bata blanca salió disparada directamente hacia
la pared, teñida de rojo.
¡Mentirosa! ¡Te odio!
Halua
lloró y gritó. No salieron ni lágrimas,
ni sonidos. Y aún sí, por dentro, ella
lloraba. Y aun así, ella gritaba.
Mientras
lo hacía, se vio reflejada en un cristal.
Su rostro, redondo, de ojos rojos, era el de un monstruo. Pero, extrañamente, no se sintió triste. En todo caso, parecía cómico. No era por eso por lo que estaba triste, por
lo que lloraba ...
¡Corre,
Emil! Ve a algún lugar lejos de aquí, a
algún lugar sin adultos vestidos de blanco y sin la maestra, sin nadie.
¿Cuánto
tiempo había pasado? Parecieron días, y
a la vez, solo un momento. Todo en las
instalaciones se había reducido a un montón de escombros. ¿Sería suficiente con destruir esto?
Ella esperaba que sí.
"¿Hermana?"
Se
preguntó si estaba oyendo cosas. Nadie
llamaría a un monstruo como este hermana.
Ella se detuvo. Era Emil, sin
duda. Con una expresión que de alguna
forma parecía triste, extendía su mano.
Olvidando
cómo se veía, Halua corrió hacia él.
Tenemos que salir de aquí, Emil, ahora mismo. Vayamos juntos a algún lugar lejano.
Quería
correr hacia él, pero sus piernas no se movían.
Habían comenzado a convertirse en piedra. No eran solo sus piernas, todo su cuerpo
estaba petrificado.
Naturalmente,
en este punto, si le apetecía, podría liberarse fácilmente de la
petrificación. Ella lo sabía. No necesitaría mucho. Pero...
"Hermana, yo ..."
Emil
se había convertido en un arma, como ella.
Tenía el mismo aspecto, pero le habían dado unos ojos terribles que
convertirían todo lo que miraba en piedra.
No
pude protegerte. Quería, pero ...
Algo
tiró de su corazón de nuevo y sintió, nuevamente, que se desvanecía. ¿Era ira?
¿Tristeza?
"Lo siento."
Está
bien ahora.
Halua
sonrió. Su rostro ya se había convertido en piedra, y ni siquiera sabía si podía
sonreír con ese rostro. Pero su mente humana
se estaba desvaneciendo. Ella lo sabía.
"Tu
magia es demasiado poderosa, así que... me dijeron que debes ser sellada porque
eres demasiado peligrosa. Lo siento mucho."
Solo
mirar el rostro de Emil, al borde de las lágrimas, dolía. Por favor.
Petrifícame
más. Si no lo haces, saldré de aquí y nunca me detendrán. No dejes que despierte de nuevo... Nunca.
¿Con qué colores soñaría cuando se convirtiese
en piedra?
La voz de Emil llamándola se desvaneció. Y
Halua simplemente se entregó al frío sueño.
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