domingo, 20 de septiembre de 2020

Flor de Piedra - Emil & Halua [NieR - Traducción]

 

La esperanza de la humanidad y la desesperación del sacrificio.  Flores rojas florecen dentro de sus dos ojos perforados.

 

Los sueños que tenía a la hora de la siesta eran siempre cálidos y brillantes: Corriendo por el césped, sosteniendo un gatito en su regazo…  La espalda de su padre, las golosinas horneadas de su madre, la hilera de jardineras en el invernadero... Los sueños que tenía por la noche eran diferentes.

Qué extraño, pensaba Halua cada vez que se despertaba en el resplandor de media tarde.  Todo lo que ya no recordaba despierta, lo veía en sus sueños.  Verles con tanta claridad, a pesar de que ya se hayan ido...

 

Su madre y su padre murieron en un accidente. El gatito podría estar vivo todavía, pero habría dejado de ser un "gatito" hace mucho tiempo. Habían pasado dos años desde entonces, estaba segura de que ya estaría viviendo con otra familia en la casa del invernadero.

 

Todo lo que le quedaba era Emil, con el que había estado jugando al tú la llevas en el césped. Su pequeño hermano gemelo era el único que siempre había estado con ella desde que nació, durante los últimos diez años.

 

 "¿Estás despierta, Halua?"

 "Maestra..."

 

Los recuerdos cálidos y brillantes se desvanecieron sin dejar rastro.  Ya ni siquiera podía recordar lo que había estado soñando.

 

“Estás cubierta de sudor. Quizá sería buena idea cambiar pronto a la ropa de verano.”

 

La maestra sacó un pañuelo de su bolsillo y lo usó para limpiar el sudor de la frente y cuello de Halua. Luego despertó a Emil, que dormía a su lado.

 

 "Despierta tú también, Emil. Es la hora de la merienda."

 "¿Qué hay hoy, Maestra?"

 

¿Otra vez? pensó, ante la respuesta de galletas y cacao. Galletas, galletas de arroz y bizcocho: estos eran los únicos tres dulces que les daban.  Después de todo, estaban en una "instalación" y ya no tenía una madre que le preparase cosas diferentes cada día.  Halua sabía que estaba mal incluso preguntarlo.

 

Los niños disfrutan de los aperitivos, cualquier cosa que se les dé, siempre y cuando se le llame "dulces", les hará felices, pensaban los adultos.  No le quedó más remedio a ella que fingir que también.

 

Emil, a diferencia de Halua, era un "niño infantil". Hoy, como de costumbre, colocó felizmente sus galletas por orden alfabético en el plato y luchó por decidir cuál comerse primero, hasta finalmente llevarse una a la boca.

 

Las galletas no eran particularmente sabrosas, pero mientras miraba a Emil comer, se preguntó si tal vez sabían tan bien como las que solía hacer su madre.  De alguna manera frustrada, Halua intentó decir algo que sonara como una hermana.

 

 "No juegues con tu comida."

 "Pero..."

 "También te has equivocado en la ortografía. Te falta una 'e' aquí."

 

En las instalaciones, a Halua y Emil no se les enseñó en su idioma nativo.  El idioma del lugar era el japonés.  La última vez que se les enseñó a Halua y Emil en su lengua materna fue hace más de dos años, era natural que Emil se olvidara de cómo se escribían las cosas.

 

 "Mira, así es como se escribe"

 

Halua tomó una galleta con forma de 'e' de su plato y la llevó hasta el de Emil. Emil sonrió ampliamente.

 

 "Eres una gran hermana mayor, Halua."

 

La maestra, sosteniendo una taza de café, sonrió.  A la hora de la merienda, siempre se sentaba en la misma mesa que Halua y Emil, bebiendo café y hablando con ellos.  Cuando ella estaba en las instalaciones también comían juntos.  A veces les leía libros en la cama por la noche, y por la mañana siempre venía y los despertaba.  Ella era como una madre para ellos.

 

 "Soy hija única, así que vosotros dos me dais envidia."

 

¿De verdad pensaría eso?  No habían salido de las instalaciones ni una sola vez, pasando cada día aburridos allí. Y así durante dos años. ¿Celosa de qué?

 

Nada en las instalaciones era normal.  Halua, que amaba los libros, sabía qué tipo de lugar eran los orfanatos que acogían a niños sin padres: Muchos niños en un edificio parecido a una escuela, varias camas en una habitación, decenas de niños comiendo juntos en un gran comedor...

 

Cuando la trajeron, ella estaba originalmente en una habitación con otras seis personas.  Había muchos niños que parecían tener la misma edad que ella, también comían en un gran comedor. Quizá podría llamarse un orfanato normal. Pero, uno por uno, los niños con los que compartía habitación desaparecieron, y a su vez había un flujo constante de nuevos niños, lo que no parecía muy normal.

 

Finalmente, dado que Halua y Emil hablaban un idioma diferente al de los otros niños, los trasladaron a otro lugar y les dieron su propia habitación.

 

Pensando en ello, también eso parecía extraño.  No era como si Halua y Emil no hablaran japonés en absoluto.  De hecho, desde que se mudaron aquí, habían recibido las lecciones de todos los días en japonés.

Las propias lecciones eran sospechosas, no eran del tipo que tendrías en una escuela.  Todo lo que hacían era responder preguntas frente a una máquina. Eran más una prueba que una lección. A veces, las "lecciones" eran más como jugar en lugar de pruebas.

 

Definitivamente, había algo extraño en el lugar. Rara vez vieron algún otro niño además de ellos.  Las únicas otras personas en el edificio eran adultos con atuendos blancos como el de la maestra.

 

"¿Qué ocurre?"

 

La maestra miró a Halua, que de repente se había puesto en pie con los ojos preocupados.  Corrió detrás de la maestra, enterrando su rostro en su espalda.

 

"Madre..."

 

Sintió una leve risa. La maestra dio la vuelta y abrazó a Halua.

 

"Eres una malcriada, Halua."

 

La mano que acariciaba su cabello era suave, un poco como la de su verdadera madre.

 

"¡Eso no es justo! ¡Yo también quiero!"

 

Escuchó a Emil ponerse de pie y una voz que decía "está bien, está bien" con una risa.

Maestra…  Estas de nuestro lado ¿No? ¿Eres diferente a los demás adultos?

Su bata blanca cuidadosamente planchada olía levemente a productos químicos. Mi madre nunca olió así, pensó Halua.  ¿Era por este olor que no podía confiar plenamente en ella? ¿O tal vez era porque la Maestra realmente pensaba igual que todos los demás adultos?

 

 "¿Me amas?"

 "Sí. Te amo, Halua. Y a ti también, Emil."

 

Entonces ponte de nuestro lado.  No nos traiciones... Protégeme.  Halua repitió esto una y otra vez en su cabeza mientras presionaba su mejilla con fuerza contra el pecho del atuendo blanco.

 

Después de la medición de temperatura nocturna y de que les hubieran leído solo un capítulo de un libro, llegó el momento de dormir.  Otro largo y aburrido día había llegado a su fin.

 

A pesar de que cada día era así, Emil siempre estaba sonriendo. Contó las nubes que pasaban por la ventana, golpeó al azar las teclas del piano en la esquina de la habitación y dibujó la misma imagen una y otra vez en el papel de dibujo.

 

Emil no tenía la menor duda de que este orfanato era normal y que nada extraño estaba pasando.

 

Para Halua, esto era al mismo tiempo un alivio y una fuente de preocupación. Quería que Emil sonriese, pero no podía evitar preocuparse por lo indefenso que estaba, por lo que Halua pensó que tenía que ser lo suficientemente cautelosa por los dos y estar atenta a todo.

 

Qué "lecciones" habían tenido ese día, qué habían comido y bebido, qué tipo de adultos conocieron, de qué hablaron. Quería escribir estas cosas para no olvidarlas, pero no podía.  Probablemente estaban bajo vigilancia.

 

Cuando llegaron a este lugar, ella había fingido intencionalmente que le dolía el ojo izquierdo.  Cuando estaba sola en su habitación, fruncía el ceño y se lo apretaba. Mantuvo esto en secreto tanto para Emil como para la maestra, por supuesto.

 

Al día siguiente, su ojo fue examinado de cerca, a pesar de que solo hacía lo que hacía cuando estaba sola.

 

"¿Estás despierto, Emil?"

"¿Huuuh?" respondió una voz somnolienta.  Halua se acercó y tocó la mano de Emil.

 

Cuando los trasladaron a este edificio, en realidad se suponía que debían estar en habitaciones separadas.  Ella había insistido en que no podrían dormir si no estaban juntos.  Después de pasar toda una noche llorando, finalmente se les permitió compartir habitación.

 

Ten cuidado.  No confíes en los adultos.

 

No podía decirlo en voz alta.  Estaba segura de que alguien estaba escuchando. Pero ella lo deseó con fuerza mientras le agarraba la mano. Deseaba profundamente tener la capacidad de transmitirle sus pensamientos a su hermano.

 

Ese día, tuvo un mal presentimiento que comenzó por la mañana.  Algo se sentía muy extraño.

 

Cuando la maestra les dijo que en lugar de la lección de habitual se someterían a un examen físico, el sentimiento se convirtió en convicción. Nada bueno venía después de un examen.

 

Pensando en ello, cuando había estado en el primer edificio, varios niños desaparecieron después de hacerse un "chequeo médico". Quizá se llevaban a cabo para determinar el momento óptimo para llevar a los niños a algún otro lugar.  Puede que les trasladasen a otro edificio y les separasen de la maestra.

 

 "¿Qué pasa, Halua? ¿Estás enferma?"

 

Estaba de pie frente a la maestra, quien la miró con ojos preocupados.  La mano que tocó su frente para comprobar si tenía fiebre fue tan reconfortante que casi podría haber llorado.

 

"Maestra, yo..."

 

No quiero trasladarme de nuevo. No quiero que me hagan nada.

Pero ella no pudo decirlo.  Había una parte de ella que no podía confiar en la maestra.  Podía llamarla "Madre" y dejarse mimar por ella, pero en el fondo no podía confiar en ella.

 

Halua se regocijó de cómo Emil no estaba molesto por el examen. Que le extrajeran sangre estaba bien, dolía un poco, pero sabía lo que le estaban haciendo.

 

Cuando le pegaron cosas frías y parecidas a una ventosa a lo largo del cuerpo conectándola a máquinas desconocidas, le resulto difícil de soportar.

 

Como cuando la metieron dentro de una caja hecha de máquinas, que quería arrancarse las cuerdas de las ventosas y huir. Pero cuando pensaba que no podría aguantar más, el examen terminó y uno de los adultos le dijo que podía regresar a su habitación.

 

Pero hoy fue diferente.  Después de quitarle las ventosas y los cordones atados a su cuerpo, le dijeron que fuera a la habitación de al lado para cambiarse a su ropa de examen.  Además de eso, Emil, que debería estar en la misma habitación, no estaba.

 

Ansiosa, empezó a sollozar y una mujer de blanco abrió la puerta con intención de trasladarla.  Era una mujer de aspecto desagradable que se parecía y a la vez no se parecía a la maestra.

 

La habitación contigua era grande y estaba vacía. Tenía dibujados extraños patrones en las paredes y el suelo, con una gran silla solitaria en el centro. Alrededor de la silla había una multitud de adultos con batas blancas. Uno de ellos le dijo que se sentase. Antes de que pudiera responder, otro adulto hizo que Halua se sentara. La silla era de metal y estaba fría.

 

 "No te pongas nerviosa. Descubrimos durante el examen que tienes una enfermedad grave."

 

La voz era suave, pero no sabía cuál de los adultos le estaba hablando. En algún momento, le vendaron los ojos. Intentó arrancarse la venda, pero tenía las manos y los pies atados.

 

 "Si no te sometes a una cirugía de inmediato, tu vida estará en peligro".

 

Mentira, pensó. No me pasa nada.  No me duele nada y no tengo fiebre. Mi estómago está bien y no tengo tos.

 

 

"¡Emil! ¿¡Dónde estás !?"

 "No podemos permitir que la infección se propague, así que Emil ha vuelto a su habitación. No hay de qué preocuparse".

 

Eso no es lo que me preocupa, pensó. ¡Tengo que sacar a Emil de aquí, rápido!

Llamó frenéticamente a Emil, pero rápidamente cayó en la desesperación.  Tenía la boca tapada y, por mucho que gritara, nadie la oiría...

 

Olía a antiséptico.  Hubo una rara sensación de frío, y luego sintió un pinchazo de dolor en el brazo. Le habían inyectado algo. Cuando cesó su grito de sorpresa, escuchó un fragmento de la conversación de los adultos.

 

"Este debe ser el sexto ya. No podemos desechar más especímenes..."

"No. Tendremos éxito con este."

"Si al menos mantuviese un poco de conciencia de sí misma, con eso bastaría..."

 

¿De qué estaban hablando? ¿Qué querían decir con "el sexto"? ¿Qué significa eso de "algo de conciencia"?

 

"Incluso si fallamos, ella tiene un hermano, ¿verdad? Un pariente directo podría ser apto."

 

Podía sentir la sangre convirtiéndose en hielo por sus venas.  La iban a matar y a Emil también. Ayuda, maestra. ¡Salva a Emil!

El grito no se materializó y todo lo que vino después fue la oscuridad.

 

Halua escuchó una voz llamándola por su nombre.  No era ni su madre ni su padre. Tampoco era la maestra.

 

¿Quién podría ser? Sólo Emil le llamaba "hermana". Correcto. Por tanto, uno de los adultos la estaba llamando.  Estaba harta de las lecciones.  Sin embargo, tal vez no fuese tan malo como un examen físico.  Espera... ¿no acababa de tener uno de esos?

Sí, luego cuando volvió a su habitación después... No, ¿no había vuelto? ¡No había podido hacerlo!

 

En un segundo, sus recuerdos se rebobinaron.  Halua se levantó vertiginosamente.  Miró a su alrededor.  Era esa habitación. La que tenía el patrón extraño en las paredes... Pero algo era diferente.

 

 "Halua. ¿Me entiendes?"

 

 Se volvió en la dirección de donde había venido la voz.  Nadie estaba ahí.

 

 "Aquí."

 

La voz vino de una dirección diferente esta vez.  Se volvió de nuevo, pero tampoco había nadie. Parecía que solo podía escuchar sus voces.  Fue entonces cuando se dio cuenta de por qué había sentido que algo era diferente.

 

"¡Maravilloso! Fue un éxito".

 

Haciendo caso omiso de las voces, Halua se miró los pies.  El suelo estaba muy lejos.  Por supuesto, todo este tiempo, había estado tan alto que le había molestado inmensamente.  Era como si le hubieran puesto algo alto, pero tenía una sensación extraña al saber que ese no era el caso.

 

Sus piernas parecían los huesos de un esqueleto que había visto en una enciclopedia ilustrada, al igual que los brazos, cuyo color recordaba al de un árbol podrido. Había algo envolviendo su torso y apenas podía vérselo.

 

¿Qué... qué es esto?

Trató de quitarse lo que la envolvía, pero estaba demasiado apretado.

El brazo... ¿se ha movido?

Lentamente, intentó levantar la mano.  Descubrió que podía moverla a voluntad.  Extendió la mano y movió los dedos.  El pulgar, el índice, el dedo intermedio...

¿Podría... podría ser?

 

La extraña voz continuó diciendo cosas como "Arma Experimental #6" y "La esperanza de la humanidad", pero no le importó.

 

Intentó levantarse, pero no podía moverse.  Fue entonces cuando comprendió que lo que la envolvía era su propio cuerpo.

¡No!  ¡No!  ¡Este no es mi cuerpo!

Halua luchó.  Quería huir; salir de aquí.  Quería salirse de este cuerpo. Agitó las piernas con impotencia.

La voz incorpórea le habló en un tono tranquilizador.

 

¡Cállate!  ¡Cállate!  ¡Cállate!

Golpeó la pared con todas sus fuerzas.  Escuchó una voz asustada que decía basta, pero no tenía intención de obedecer.  Volvió a golpear la pared.  Sintiendo una fuerte reacción en sus brazos, junto con un dolor sordo, finalmente lo entendió.

 

Este es mi cuerpo.  Estos monstruosos brazos y piernas me pertenecen.

 

Tímidamente, se llevó la mano a la cara.  Ciertamente no se sentía como la de un humano.  De hecho, ni siquiera sabía si era una cara.  Todo lo que sabía era que ya no era humana.

 

Nunca podré volver a ver a Emil. Si me ve así, se asustará y se escapará, sin duda alguna.  Emil es un gato muy asustadizo.

 

Pensando en Emil, recordó algo más: las palabras; "Incluso si fallamos, ella tiene un hermano, ¿verdad? Un pariente directo debería ser apto".

 

Los adultos con batas blancas también habían dicho: "Este es el sexto".  La voz anterior había dicho "Arma experimental # 6".  Eso significaba que otros cinco niños habían sido convertidos en algo así.

 

Tal vez los niños del edificio en el que la habían metido la primera vez habían desaparecido gradualmente porque fueron utilizados como sujetos para este tipo de experimentación humana.  De ellos, solo se eligió a los niños con "aptitud" para convertirse en armas experimentales y se les trasladó a otro edificio.

 

Parecía como si Halua fuera el primer "éxito".  Eso significaba que habían logrado establecer un procedimiento para crearlos.  Y su hermano gemelo, Emil, tenía la misma aptitud que ella...

 

Pensó en el rostro de Emil.  Su sonrisa pura e inocente.  Ella tenía que salvarle.  Este pensamiento se convirtió en una fuerza brutal.

 

Halua se quitó las ataduras y se puso de pie.  Pateó la puerta de la habitación.  Lo primero que tenía que hacer era salir de allí, pero con su nuevo cuerpo jamás entraría por una puerta hecha para humanos.  Derribó tanto la puerta como la pared.

 

Comenzó a sonar una alarma.  Tablas de metal con forma de contraventana cubrían las paredes.  Halua trató apresuradamente de detenerlas con la mano, pero algo como una fuerza invisible la apartó.

 

Pensando en ello, ella era un "arma".  Era un monstruo con un poder tan peligroso que con solo golpear la pared había hecho que se cubriese de grietas;  con sólo dar una patada había destruido una puerta sólida.  Nadie sería tan estúpido como para dejar que algo así se volviera loco.  A las bestias salvajes se les encadena y enjaula.

 

Es probable que estas placas de metal formen parte de algún tipo de sistema especial.  Algo que ni siquiera un "arma experimental" puede destruir.

 

De repente, la habitación se sumió en la oscuridad.  Las luces se habían apagado.  La alarma cesó y todo quedó en silencio.  La habían encerrado. Habían detenido la alarma porque habían pensado que Halua no iba a conseguir salir.

 

Intentó tocar la pared de nuevo.  Parecía que se habían encendido fuegos artificiales azules en la oscuridad.  El cuerpo de Halua tomó toda la fuerza del poder que la empujaba hacia atrás.

No me rendiré. Voy a proteger a Emil. ¡No puedo ceder!

 

Sus brazos, piernas y todo su cuerpo crujieron, un intenso dolor la atravesó.  Su visión se puso blanca. Algo se hinchó y explotó.

De repente, su cuerpo se volvió ligero.  La fuerza repelente desapareció y sus miembros quedaron libres. La iluminación había vuelto a la normalidad.

 

Una campana de alarma estridente sonó, sacándola de su ensimismamiento.  La pared se estaba derrumbando. 

Salió, pero nadie intentó bloquear su camino.  Probablemente no esperaban que Halua se escapase de la habitación.

 

Tal vez ni siquiera se habían imaginado que se liberaría de sus ataduras.  Recordó la voz asustada que le ordenaba que se detuviera.

 

Se habían colocado contraventanas donde comenzaba el pasillo pero comparadas con la pared eran como papel.  Halua las atravesó con facilidad y siguió adelante.

 

Tengo que destruirlo, tengo que destruir todo lo que hay en esta instalación.  No dejaré que conviertan a Emil en un monstruo. Tengo que deshacerme de todo lo relacionado con las armas experimentales.

 

Una fuerza brutal brotó dentro de ella.  Al soltarla, se convirtió en una cuchilla que cortó a su alrededor.  Mirando a la pared que bloqueaba su camino, vio cómo la había incinerado en una masa de llamas.  Con solo desearlo, podía destruir cosas de todo tipo de formas.

 

Ahora que ya no podía ser llamada "humana", razonó, había obtenido poderes inhumanos.  ¿Estaban los adultos tratando de usar este poder para luchar contra algo? ¿Habían pensado que podrían usar niños obedientes por conveniencia?

 

Los adultos con batas blancas huyeron presas del pánico entre los escombros y nubes de polvo.  No podía dejar escapar ni a uno solo.  Halua agarró a los más cercanos a ella y los estrujó.  Como frutas maduras, fueron aplastados en su mano, sin que quedase apenas un rastro de lo que una vez fueron.

 

 ¿Dónde está Emil?  ¿Qué pasa con la maestra?  Quizá se llevó a Emil y huyó.

 

No, la maestra no habría hecho eso.  Ella sabía lo que estaba pasando aquí; sabía que los hermanos estaban siendo criados para que pudieran convertirse en monstruos. Después de todo, ella también era una de ellos.  No había sido más que su amable guardiana.

 

En algún momento, apareció ante ella.  Con la misma bata blanca de siempre, se quedó allí, mirando a Halua.

Quería confiar en ella.  Me alegré mucho cuando me dijo que me amaba.  Me encantaba escuchar su voz cuando me leía.

Los labios de la maestra se movieron.  Parecía estar llamando a Halua y diciendo que lo sentía.

 

 ¡No puedo perdonarte!

 

Estaba tan enfadada que casi perdió el control de sí misma.  Su corazón dio un tirón, como si fuera a estallar.  Y algo se desvaneció en su interior...

 

Con todas sus fuerzas, derribó lo que tenía delante.  Una bata blanca salió disparada directamente hacia la pared, teñida de rojo.

 

¡Mentirosa!  ¡Te odio!

 

Halua lloró y gritó.  No salieron ni lágrimas, ni sonidos.  Y aún sí, por dentro, ella lloraba.  Y aun así, ella gritaba.

 

Mientras lo hacía, se vio reflejada en un cristal.  Su rostro, redondo, de ojos rojos, era el de un monstruo.  Pero, extrañamente, no se sintió triste.  En todo caso, parecía cómico.  No era por eso por lo que estaba triste, por lo que lloraba ...

 

¡Corre, Emil!  Ve a algún lugar lejos de aquí, a algún lugar sin adultos vestidos de blanco y sin la maestra, sin nadie.

 

¿Cuánto tiempo había pasado?  Parecieron días, y a la vez, solo un momento.  Todo en las instalaciones se había reducido a un montón de escombros.  ¿Sería suficiente con  destruir esto?  Ella esperaba que sí.

 

 "¿Hermana?"

 

Se preguntó si estaba oyendo cosas.  Nadie llamaría a un monstruo como este hermana.  Ella se detuvo.  Era Emil, sin duda.  Con una expresión que de alguna forma parecía triste, extendía su mano.

 

Olvidando cómo se veía, Halua corrió hacia él.  Tenemos que salir de aquí, Emil, ahora mismo.  Vayamos juntos a algún lugar lejano.

 

Quería correr hacia él, pero sus piernas no se movían.  Habían comenzado a convertirse en piedra.  No eran solo sus piernas, todo su cuerpo estaba petrificado.

 

Naturalmente, en este punto, si le apetecía, podría liberarse fácilmente de la petrificación.  Ella lo sabía.  No necesitaría mucho.  Pero...

 

 "Hermana, yo ..."

 

Emil se había convertido en un arma, como ella.  Tenía el mismo aspecto, pero le habían dado unos ojos terribles que convertirían todo lo que miraba en piedra.

No pude protegerte.  Quería, pero ...

Algo tiró de su corazón de nuevo y sintió, nuevamente, que se desvanecía.  ¿Era ira?  ¿Tristeza?

 

 "Lo siento."

 

Está bien ahora.

Halua sonrió. Su rostro ya se había convertido en piedra, y ni siquiera sabía si podía sonreír con ese rostro.  Pero su mente humana se estaba desvaneciendo. Ella lo sabía.

 

"Tu magia es demasiado poderosa, así que... me dijeron que debes ser sellada porque eres demasiado peligrosa. Lo siento mucho."

 

Solo mirar el rostro de Emil, al borde de las lágrimas, dolía.  Por favor. 

Petrifícame más. Si no lo haces, saldré de aquí y nunca me detendrán.  No dejes que despierte de nuevo... Nunca.

 

 ¿Con qué colores soñaría cuando se convirtiese en piedra?

 

 La voz de Emil llamándola se desvaneció. Y Halua simplemente se entregó al frío sueño.




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